lunes, 21 de marzo de 2011

Ediciones Cartonerita niñabonita


Poesía en tiempos de crisis, pero no poesía en crisis. Es precisamente en estos tiempos cuando la poesía gana forma, coraje y concisión. Se hace necesaria la poesía y también surgirá en Libia, tras las cenizas de la revolución contra el tirano. Se hace necesaria aquí y ahora, con una inteligencia que vulnere los límites tangibles y los vuelva aliados de la imaginación. Es lo que ha pasado en Zaragoza, donde una iniciativa hermanada con otra bonaerense ha dado lugar a una insólita colección de poesía: Cartonerita niñabonita. Se trata de una nueva colección de poesía, con un concepto nuevo y un método absolutamente nuevo, que como todo lo nuevo que merece la pena se ha copiado de alguien: la cooperativa Eloisa Cartonera, en el barrio mítico de la Boca.

Resulta que David Jiménez, uno de los culpables de esta historia, en un viaje por Buenos Aires, se encuentra con una agrupación cultural que se dedica a editar no exactamente cuadernos, ni exactamente libros, ni plaquettes, sino unos cuadernos-libros-plaquettes editados con cartones usados, cuya procedencia no sólo no se oculta, sino que se proclama, reciclados para tal fin, esto es: editar poesía. Cada uno de los libros se individualiza, está pintado a mano en la portada, de manera que cada libro del mismo título es distinto a los otros, se personaliza en ese origen múltiple y gastado.

Conozco esta hermosa iniciativa a través del escritor David Mayor, que ha editado con ellos un conjunto de poemas que es casi novela, o una novela con capítulos reducidos a la espina dorsal del pez espada, titulado, precisamente, Otra novela. David Mayor estuvo en Córdoba hace varios años, en el comienzo de julio de 2006, presentando su libro de poemas En otra parte, en la librería Anaquel, donde también se presentó otro libro de Martín Rodríguez Gaona. Fue una de esas tardes bien mullida de libros en el calor soporífero de los gin-tonics previos en La Gloria, cuando el sudor hacía presagiar un verano convulso para la escritura misma y un coleccionismo de los ceniceros de los bares. Córdoba, en verano, sólo existe en sus bares y en sus librerías.

Lo que más me entusiasma de esta gente es que le ha presentado cara a la crisis con lo mejor que tienen: osadía, invención. Además, con cartón y papel reciclado, materiales usados porque la literatura está usada, con el mimo sutil de los objetos sin preocuparse de su perduración, sino de sus formas mutadas hacia una vida nueva. Es necesario encontrar la vida nueva –recuerdo el título del libro de Eduardo García- para encontrar de nuevo llama ahora, esa brizna de luz que antecede al misterio. Hoy me he sentido muy cerca de Zaragoza en el temperamento humilde y visionario. Hasta el nombre me gusta.

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